La lluvia caía levemente rozando sus frías mejillas mientras ella permanecía inmóvil disfrutando de la única compañía de la naturaleza y la lluvia. Nunca logró comprender por qué la gente odiaba tanto la lluvia, no sabía si los raros eran ellos o si en verdad se trataba de ella, lo único que sabía es que no había placer mayor en el mundo para ella que sentir la lluvia precipitándose y acariciando su piel como frías caricias.
Siempre me he preguntado qué es lo que se siente cuando consigues algo que te propones, cómo es esa sensación de satisfacción con uno mismo por el trabajo bien hecho que lleva a conseguir unas metas marcadas anteriormente. Y es que, cuando consigues aquello por lo que has luchado, por lo que te has esforzado cuando lo tienes, cuando puedes palparlo, la sensación de orgullo y la mezcla de alegría y adrenalina hacen de ese momento un momento único en el que la única reacción posible es lanzar un grito al aire, un grito de satisfacción, de trabajo bien hecho que consigue unos frutos, un grito de desahogo por haber avanzado un poco más en el camino marcado.
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